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jueves, 8 de noviembre de 2012

Sicilia a Brindisi


En Sicilia recupero fuerzas.

Es la segunda vez que estoy en casa de Benedetto y Tatiana. Ellos son los padres de Francesca, y los abuelos de Ana.
Sras. y Srs.: El Etna (Pero no Carapapel)



Estuvieron de visita por León cuando su hija vivía allí y fue cuando los conocí. Desde el principio hubo buena sintonía y nos invitaron a la gente de la pandilla a acercarnos por su casa. Tardé un par de años en hacer valer la invitación, y de esto hará unos catorce o quince años.

Costa cerca de Taormina
La vida ha seguido por sus propias sendas y mi único vínculo con ellos eran las postales que les enviaba cuando hacía algún viaje.
Sicilia fue mi primer gran destino. Portugal o Francia están aquí al lado, y las visitas eran una especie de tránsito dócil de kilómetros. Había muchas circunstancias a priori que hacían el viaje especial, y todas ayudaron a crear una especie de bautismo de fuego. Una iniciación que me envenenó la sangre, y ahora, de tanto en tanto, tengo que salir de casa a buscar el antídoto.
Por eso, cuando estoy de viaje, me acuerdo de ese inicio, y mando una postal a la gente que me hizo entrar en este tipo de vida aunque ellos no lo supieran.

"Tragetto"
Mientras la moto está en la “oficina” alternamos los paseos por los alrededores con la cocina local.

Los dos son Pintores. Y lo digo así: con mayúsculas. En uno de los paseos nos acercamos al ayuntamiento y me enseñan un proyecto en el que han realizado los cuadros de todos los alcaldes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, y los tienen en exposición permanente en la sala de plenos. Los cuadros son de Tatiana. Su arte es figurativo y llega a más gente. Benedetto parece que ha terminado una época con una técnica en la que mezcla
   elementos en tres dimensiones con un solo color, el blanco.

Salón Tilotta
Su casa parece un museo, a parte del buen gusto, tienen cuadros por todas partes. El padre de Benedetto también pintaba, y la casa de los padres es como un palacio del renacimiento. Hay frescos que recrean cuadros famosos pero con las facciones de los miembros de la familia. Esto ya me había impresionado en la primera visita, pero volver a verlos me subyuga. Dedicación, pasión y amor a la familia convertido en arte.

De todos los platos que probé en estos días los más impactantes fueron la “arangina” y los “cannoli”.
Las aranginas son un plato salado como una croqueta del tamaño de una pelota de tenis, o también se hace con forma de cucurucho. Tiene el rebozado final y la bechamel similar a las croquetas, pero de arroz, y el núcleo tiene un relleno extra. Lo más tradicional es un ragú de carne con salsa de tomate, cebolla y pimiento. Pero también es habitual el vegetal con queso guisantes y otras verduras. Hoy las posibilidades del relleno son innumerables, pero a priori todas estupendas. El plato es denso, contundente y muy sabroso. Tiene la ventaja de que es muy portable para meriendas , picnics, o días de playa.
Benedetto me hace sitio en el garaje
Los cannolis son más internacionales. Se trata de un hojaldre milhojas enrollado sobre un relleno dulce de crema de queso fresco, ya sea de mozzarella de búfala, o mi preferido, de ricota.

Me evoca la cocina que he probado en Italia, hay muchos platos: dulces y salados. Entre los dulces la “pasta de mandorla” (de almendra) participa abundantemente, mientras que entre el salado el perfume del aceite de oliva es intensamente fragrante. Como coincido en época de setas llego a probar una pasta rellena (tipo ravioli) con salsa de queso y setas, y virutas de trufa. Es una cocina muy particular y al mismo tiempo muy cercana a la nuestra.

Disfruto de los paseos por la costa, por el pueblo, de los ratos en casa contemplando el Etna humeante , o en los bares de algunos amigos. Por todas partes veo sus cuadros y mi historia del viaje se extiende. La pregunta más repetida es si viajo solo y por qué.

Iglesia de Mellili


Hablamos mucho. Nos esforzamos por comunicarnos y poder hablar de temas menos obvios, más profundos. El dialecto de Sicilia ayuda. Durante muchos años el Reino de Nápoles, o El Reino de las Dos Sicilias, estuvieron bajo la misma corona, y nos sonreímos cuando, al tratar de explicar una palabra y dar el término en castellano, este se parece asombrosamente al siciliano, aunque no tenga nada que ver con el “italiano”.

La moto ya está reparada, y llega el momento de la partida. De nuevo la hospitalidad es colmadamente reconfortante. Sin palabras.

Ahora el destino es Brindisi donde me embarcaré hacia Grecia.
La partida es doblemente dolorosa. Por un lado la evidente del afecto, y por otra el primer accidente.






Soy dos veces tonto. Iba con el casco abierto y una abeja se sintió atacada cuando chocó conmigo. La picadura ha sido en el moflete. He parado y me he sacado el aguijón, pero ya estaba todo el veneno dentro. Como soy tonto dos veces he continuado el viaje como si nada. Recuerdo otro par de ocasiones en que me han picado mientras estaba en la moto: una en un brazo cuando se coló una pariente entre la manga y el guante, y otra en el pecho por llevar la chaqueta medio abierta. Siempre duele, luego se queda la zona entumecida, pica un poco, y  para acabar se acartona perdiendo sensibilidad. Pero como soy dos veces tonto, y no se ve muy afectado, continúo. Tonto

Tonto de noche
Tonto de mañana
Y digo tonto porque una de las maletas laterales de la moto solo tiene recambios y medicinas. Adivináis qué: tengo una pomada para picaduras de insectos y alergias a medusas o plantas etc. Pero claro, no puedo ponerme un poco, mejor que se pase solo. Y claro, de madrugada en la tienda me despierto con un dolor de cabeza insoportable y tuerto. Tonto.
¿Para qué traigo las cosas?¿Para que tengo una maleta llena de medicinas? Antes de salir de casa medí el equipaje. Llevo solo lo que creo imprescindible. Para mí es un triunfo si uso todo lo que llevo, y no necesito nada que no lleve.
Trulli
Panorámica de Trulli
Pero con las medicinas hice una excepción. Esperaba no utilizar ninguna, pero llevo tantas como si juntara las de todos los viajes. Tengo más botiquín conmigo que el que tengo en casa. ¿Y que hago? No utilizarlo. Tonto. La idea era no tener que utilizarlo, pero eso no es lo mismo que no utilizarlo cuando llega la ocasión.

Así que a las tres de la mañana, con todo el malestar, tengo que abandonar la confortabilidad del saco y salgo de la tienda a buscar el botiquín que permanece en la moto. Untarme bien, tomar una pastilla para el dolor de cabeza y volver a la cama deseando que se calme un poco el dolor.
Funciona.
Gioia del Colle
¡Claro tonto! ¿Para que pensabas que era?
Ya no volveré a ver por ese ojo hasta dos días después. Tonto dos veces.
Y no os cuento nada de las miradas. Solo hablando con una gente en Trulli se imaginan que ha sido un “apo”. 
Para los demás debo ser como el hombre elefante.

Cuidarse,
Marne











4 comentarios:

  1. Ya te has llamado tu tonto muchas veces, a ver si aprendes a esquivar las abejas, que seguro que ella acabó todavía peor que tú. La pena son las cosas que dejas de ver con ese ojo cerrado, menos mal que no durará mucho.
    Cuidate, nosotros seguimos disfrutando con tus aventuras, que por suerte desde aquí no duelen.

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  2. Hola Marne,

    Menudo susto me he llevado al ver tu cara. Lo primero que pensé fue un golpe en moto, luego una banda de mafiosos... Luego al ver que fue solo una picadura me he que dado más tranquilo...

    Cuidate y como bien dices, para que llevas las cosas!!!

    Un saludo,

    Emi

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  3. Pero cuidado con esas abejas centro-europeas, melon !!! Que ya te dije que eran muy peligrosas....

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  4. Jodo macho! Pero la abeja te picó o te partió la cara? Vaya viaje güey!

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